En una ofensiva masiva, Rusia lanzó 35 misiles y 381 drones contra la infraestructura de gas natural controlada por Naftogaz en Ucrania, afectando instalaciones en las regiones de Járkov (noreste) y Poltava (centro). El ataque es considerado el más ambicioso contra la red gasística del país desde el inicio de la invasión en 2022.
Según el comunicado de Naftogaz, algunas secciones de sus instalaciones sufrieron daños “importantes”, lo cual implica riesgos en la producción, transporte y procesamiento de gas en zonas estratégicas para el abastecimiento interno y exportación. Las autoridades ucranianas denunciaron que este tipo de objetivos no tienen utilidad militar explícita, agregando una dimensión de asalto al bienestar civil.
Este ataque coincide con ofensivas simultáneas sobre la red eléctrica ucraniana mediante drones y misiles, provocando cortes de luz locales que afectan decenas de miles de hogares. Ucrania interpreta estas maniobras como tácticas rusas para debilitar a la población civil durante el invierno y minar la moral.
La respuesta internacional no tardó: Kiev calificó el ataque como un acto deliberado de agresión contra la infraestructura civil. Mientras tanto, la Unión Europea y otros líderes occidentales estudian la adopción de sanciones adicionales para aumentar la presión diplomática contra Moscú.
Este episodio marca un escalamiento táctico: no solo como un golpe simbólico contra la energía, sino también como un intento de comprometer la capacidad de Ucrania para resistir en condiciones adversas climáticas.